Gerardo Albarrán de Alba de Mexico habló en La Conferencia anual ONO en Buenos Aires sobre la vida de los periodista, es impresionante y da una vista entre bastidores:
Dilemas ante el tratamiento de imágenes y hechos violentos
Gerardo Albarrán de Alba
La prensa suele debatirse entre la necesidad de ser rentable y los límites deontológicos que se ha impuesto para ejercer un periodismo responsable. Tras este dilema suelen ocultarse consideraciones mercantiles de la industria que se expresan en la necesidad de rating, de circulación, de clics. En esa dicotomía se confunde el debate sobre el sensacionalismo y el periodismo ético, sobre la información y el entretenimiento, sobre el rigor y la espectacularización, sobre la estética y el morbo. Y a veces, todo se reduce a la sobrevivencia. Literalmente.
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El espacio aquí es breve, así que me limitaré a plantear sólo un par de dilemas que son trasversales a toda la prensa mexicana, a su realidad y a sus retos del presente y de su futuro inmediato.
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Dilema 1:
Periodismo vs sensacionalismo
La cobertura de la violencia tiene demasiados ángulos que analizar como para poder abordarlos en esta breve exposición. No es sólo una cuestión de calidad informativa, de rigor profesional, de estándares éticos. La cobertura de la violencia pasa por la seguridad de las víctimas y de sus familias, por la sobrevivencia de comunidades enteras, por la pertinencia social de la información y por la seguridad de los propios periodistas. Y también por la más elemental decencia.
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En México, la guerra contra las drogas que en 2006 hizo estallar el entonces presidente Felipe Calderón tomó por sorpresa a los medios que no supieron reaccionar ante la escalada de violencia.
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La mayor parte de los medios mexicanos se han dedicado al mero registro de sucesos: la numeralia de los asesinatos, de los atentados. Son coberturas anecdóticas que, en el mejor de los casos, apenas sirven para dejar constancia de que algo ocurrió, pero que no permiten comprender los fenómenos detrás de la violencia y la descomposición política y social que vive México. Es información sin contexto que carece de pertinencia social.
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En el peor de los casos, hay medios que medran con la desgracia. Particularmente, algunos diarios de la Ciudad de México, la capital del país, encontraron en el sensacionalismo una veta comercial que explotan a través de tabloides que ellos mismos editan.
Les presento dos ejemplos brutales.
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El periódico El Universal, que recién acaba de cumplir 100 años, y entre los invitados a un coloquio internacional sobre periodismo tuvo a Fernando Savater, autor del célebre ensayo Ética para Amador, cuenta con un código de ética y, además, con una declaración pública sobre su compromiso deontológico frente a la cobertura de la violencia. Se trata de una declaración comprometida con el derecho a la información, el periodismo profesional, los más elevados estándares éticos y un estricto respeto a la vida privada y a los derechos de la personalidad.
Estas son dos de las principales cláusulas de su decálogo sobre cobertura de violencia:
1.- El Universal rige su cobertura de seguridad pública y violencia de acuerdo a los lineamientos generales de su Código de Ética, el cual exige la difusión de información veraz, equilibrada, sustentada en hechos y fuentes reales, siempre identificables.
4.- El Universal no explota la tragedia de terceros con el fin de generar mayor lectoría o audiencia, por lo que rechaza la información y los contenidos de corte sensacionalista, lo que incluye textos o imágenes expresas de víctimas de la violencia.
Compromisos encomiables, sin duda. Pero esto es lo que hacen en su tabloide:
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Otro diario de referencia en la Ciudad de México, Reforma, suele presentarse a sí mismo como ejemplo de profesionalismo y de elevados estándares éticos. Es uno de los pocos periódicos mexicanos que desde su fundación cuenta con un código de ética.
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Este diario pertenece al Grupo Reforma, cuya historia se remonta a 1922y posee en total nueve periódicos en las principales ciudades del país. El código de ética de Reforma es singular. Las normas de conducta para sus reporteros pasan incluso por la forma de vestir: los hombres, siempre de saco y corbata; las mujeres, sin escotes ni faldas cortas. El nacimiento de Reforma en 1993 significó una bocanada de aire fresco en la prensa de la Ciudad de México. Prometía ser un periódico en serio, y de hecho ha recibido varios premios internacionales. Pero muy pronto también mostró su apetito por las ganancias fáciles. Así es que decidió publicar el tabloide Metro. México es uno de los 23 países donde se publica, y Reforma es su editor.
Tras el atentado en Bruselas, el mes pasado, Reforma no tuvo reparos en presentar esta enorme vulgaridad en la portada de su propio periódico tabloide:
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Más que un dilema, me parece que esto es un problema. Un problema de doble moral de los medios.
Cuando se habla de „doble moral“, pareciera que el lado oscuro de la conciencia es la excepción, lo anormal. Creo lo contrario. Creo que los principios y valores de los que presumen algunos medios son una mera coartada que emboza su interés primario: el dinero antes que el lector, la ganancia antes que la audiencia. El morbo como mercancía. La prensa como instrumento de lucro.
¿Cómo justifican Reforma y El Universal la mera existencia de tabloides como Metro y de El Gráfico? Y aun si pudieran hacerlo, ¿de qué tamaño es la hipocresía de dueños y directivos que, desde el autoengaño, se erigen como referente ético? ¿Cómo hace para sostener la mirada esa prensa que presume un periodismo con los más elevados estándares éticos y, al mismo tiempo, recicla la información de sus reporteros con el único fin de vender la versión más vulgar de sí mismas?
No exhibir y condenar esta falsa moral es complicidad.
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(D 11)
Dilema 2:
Plata o plomo (coberturas seguras)
Ustedes son periodistas. Saben tal vez por experiencia propia o por la de algún colega cercano lo que implica cubrir una guerra. En México lo estamos descubriendo, tristemente muy mal.
En general, los medios mexicanos no capacitan ética y psicológicamente a sus reporteros para realizar coberturas de violencia ni les asisten después para enfrentar el estrés postraumático que genera este tipo de coberturas, similares a las de un corresponsal de guerra. Porque México está en guerra. Alguien podrá decir que exagero, pero quien me acuse de alarmista no será ninguna de las 186 mil 372 personas asesinadas en 9 años. Eso es un promedio de 20 mil 708 muertos por año. Casi 57 personas asesinadas todos los días. Más de 2 homicidios relacionados con el crimen organizado cada hora durante los últimos 9 años. En las ocho horas que llevamos hoy aquí, en mi país han sido asesinadas al menos 16 personas. Y no es imposible que alguna de ellas sea alguien a quien yo conozca.
(D 12)
¿Cómo se cubre una guerra que ninguna autoridad internacional se atreve a reconocer como guerra? ¿Cómo se cubre una tragedia humanitaria a la vista de todo el mundo, pero que todos ignoran? ¿Vale la pena jugarse la vida para reportar una realidad que parece imponerse sin piedad a la esperanza?
México es una gran fosa común cubierta por amplias zonas de silencio, donde la prensa es callada.
Esta es una guerra en la que no se distinguen los bandos. ¿Quiénes son los buenos? ¿Quiénes son los malos? Este video se difundió la semana pasada y ha causado indignación en México.
(D 13)
Algunos medios en el mundo están conscientes de esto. No es gratuito que en 2010 Los Angeles Times enviara a México a su reportera Tracy Wilkinson, una experimentada corresponsal de guerra que antes cubrió la guerra de los Balcanes y los conflictos en Medio Oriente, en Israel y en Irak, así como las guerras civiles de Nicaragua y El Salvador. Actualmente es corresponsal en Washington.
Mientras fue corresponsal en México, Wilkinson aplicó las llamadas “reglas de Bagdad” para la cobertura de conflictos armados: llegar rápido, reportear y salir. Los periodistas mexicanos no podemos hacer eso. Nosotros llegamos rápido, reporteamos y nos quedamos. Y en el caso de muchos colegas míos, ni siquiera cuentan con el respaldo de sus propios medios, trabajan en condiciones infrahumanas percibiendo salarios ridículos y a veces poniendo en riesgo a sus propias familias que pueden ser víctimas, junto con ellos, de represalias del crimen organizado. Y todo esto, en un clima de absoluta impunidad.
(D 14)
La frase “plata o plomo” que marca a este dilema se refiere a las condiciones en que trabajan muchos periodistas mexicanos en más de la mitad del país, donde el crimen organizado (a veces organizado desde oficinas de gobierno municipales o estatales) les impone la agenda informativa diaria y los somete a censura. Cuando se resisten, les cobran caro. El mapa que ven muestra el registro de 56 ataques contra la prensa en 13 estados del país, ataques que incluyen granadas arrojadas dentro de sus instalaciones y redacciones acribilladas con armas de grueso calibre.
Esta es la brutal realidad para demasiados periodistas en México. Informar en estas condiciones ha dejado de ser un acto periodístico para convertirse en un acto de valor o en un acto de rebeldía
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Esta otra gráfica muestra los lugares donde han sido asesinados 92 periodistas en México.
Y la fuente de la violencia contra la prensa mexicana no se limita al crimen organizado ni a funcionarios públicos corruptos, sino que se ha extendido a organizaciones civiles, sindicatos e incluso a partidos políticos.
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Plata o plomo. Este es el dilema más fuerte que enfrenta todos los días buena parte de la prensa en México, un país con más de 1,000 noticieros de radio y de televisión y más de 5,000 periódicos y revistas, cuya agenda informativa a veces es un dilema: informar o morir.
Gracias.
(D 17)