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Un reto: La vida de los periodistas en Mexico

Gerardo Albarrán de Alba de Mexico habló en La Conferencia anual ONO en Buenos Aires sobre la vida de los periodista, es impresionante y da una vista entre bastidores:

Dilemas ante el tratamiento de imágenes y hechos violentos

  

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Gerardo Albarrán de Alba

La prensa suele debatirse entre la necesidad de ser rentable y los límites deontológicos que se ha impuesto para ejercer un periodismo responsable. Tras este dilema suelen ocultarse consideraciones mercantiles de la industria que se expresan en la necesidad de rating, de circulación, de clics. En esa dicotomía se confunde el debate sobre el sensacionalismo y el periodismo ético, sobre la información y el entretenimiento, sobre el rigor y la espectacularización, sobre la estética y el morbo. Y a veces, todo se reduce a la sobrevivencia. Literalmente.

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El espacio aquí es breve, así que me limitaré a plantear sólo un par de dilemas que son trasversales a toda la prensa mexicana, a su realidad y a sus retos del presente y de su futuro inmediato.

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Dilema 1:

Periodismo vs sensacionalismo

La cobertura de la violencia tiene demasiados ángulos que analizar como para poder abordarlos en esta breve exposición. No es sólo una cuestión de calidad informativa, de rigor profesional, de estándares éticos. La cobertura de la violencia pasa por la seguridad de las víctimas y de sus familias, por la sobrevivencia de comunidades enteras, por la pertinencia social de la información y por la seguridad de los propios periodistas. Y también por la más elemental decencia.

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En México, la guerra contra las drogas que en 2006 hizo estallar el entonces presidente Felipe Calderón tomó por sorpresa a los medios que no supieron reaccionar ante la escalada de violencia.

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La mayor parte de los medios mexicanos se han dedicado al mero registro de sucesos: la numeralia de los asesinatos, de los atentados. Son coberturas anecdóticas que, en el mejor de los casos, apenas sirven para dejar constancia de que algo ocurrió, pero que no permiten comprender los fenómenos detrás de la violencia y la descomposición política y social que vive México. Es información sin contexto que carece de pertinencia social.

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En el peor de los casos, hay medios que medran con la desgracia. Particularmente, algunos diarios de la Ciudad de México, la capital del país, encontraron en el sensacionalismo una veta comercial que explotan a través de tabloides que ellos mismos editan.

​Les presento dos ejemplos brutales.

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El periódico El Universal, que recién acaba de cumplir 100 años, y entre los invitados a un coloquio internacional sobre periodismo tuvo a Fernando Savater, autor del célebre ensayo Ética para Amador, cuenta con un código de ética y, además, con una declaración pública sobre su compromiso deontológico frente a la cobertura de la violencia. Se trata de una declaración comprometida con el derecho a la información, el periodismo profesional, los más elevados estándares éticos y un estricto respeto a la vida privada y a los derechos de la personalidad.

Estas son dos de las principales cláusulas de su decálogo sobre cobertura de violencia:

1.- El Universal rige su cobertura de seguridad pública y violencia de acuerdo a los lineamientos generales de su Código de Ética, el cual exige la difusión de información veraz, equilibrada, sustentada en hechos y fuentes reales, siempre identificables.

4.- El Universal no explota la tragedia de terceros con el fin de generar mayor lectoría o audiencia, por lo que rechaza la información y los contenidos de corte sensacionalista, lo que incluye textos o imágenes expresas de víctimas de la violencia.

Compromisos encomiables, sin duda. Pero esto es lo que hacen en su tabloide:

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Otro diario de referencia en la Ciudad de México, Reforma, suele presentarse a sí mismo como ejemplo de profesionalismo y de elevados estándares éticos. Es uno de los pocos periódicos mexicanos que desde su fundación cuenta con un código de ética.

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Este diario pertenece al Grupo Reforma, cuya historia se remonta a 1922y posee en total nueve periódicos en las principales ciudades del país. El código de ética de Reforma es singular. Las normas de conducta para sus reporteros pasan incluso por la forma de vestir: los hombres, siempre de saco y corbata; las mujeres, sin escotes ni faldas cortas. El nacimiento de Reforma en 1993 significó una bocanada de aire fresco en la prensa de la Ciudad de México. Prometía ser un periódico en serio, y de hecho ha recibido varios premios internacionales. Pero muy pronto también mostró su apetito por las ganancias fáciles. Así es que decidió publicar el tabloide Metro. México es uno de los 23 países donde se publica, y Reforma es su editor.

​Tras el atentado en Bruselas, el mes pasado, Reforma no tuvo reparos en presentar esta enorme vulgaridad en la portada de su propio periódico tabloide:

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Más que un dilema, me parece que esto es un problema. Un problema de doble moral de los medios.

Cuando se habla de „doble moral“, pareciera que el lado oscuro de la conciencia es la excepción, lo anormal. Creo lo contrario. Creo que los principios y valores de los que presumen algunos medios son una mera coartada que emboza su interés primario: el dinero antes que el lector, la ganancia antes que la audiencia. El morbo como mercancía. La prensa como instrumento de lucro.

¿Cómo justifican Reforma y El Universal la mera existencia de tabloides como Metro y de El Gráfico? Y aun si pudieran hacerlo, ¿de qué tamaño es la hipocresía de dueños y directivos que, desde el autoengaño, se erigen como referente ético? ¿Cómo hace para sostener la mirada esa prensa que presume un periodismo con los más elevados estándares éticos y, al mismo tiempo, recicla la información de sus reporteros con el único fin de vender la versión más vulgar de sí mismas?

No exhibir y condenar esta falsa moral es complicidad.

 

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(D 11)

 

Dilema 2:

Plata o plomo (coberturas seguras)

 

Ustedes son periodistas. Saben tal vez por experiencia propia o por la de algún colega cercano lo que implica cubrir una guerra. En México lo estamos descubriendo, tristemente muy mal.

En general, los medios mexicanos no capacitan ética y psicológicamente a sus reporteros para realizar coberturas de violencia ni les asisten después para enfrentar el estrés postraumático que genera este tipo de coberturas, similares a las de un corresponsal de guerra. Porque México está en guerra. Alguien podrá decir que exagero, pero quien me acuse de alarmista no será ninguna de las 186 mil 372 personas asesinadas en 9 años. Eso es un promedio de 20 mil 708 muertos por año. Casi 57 personas asesinadas todos los días. Más de 2 homicidios relacionados con el crimen organizado cada hora durante los últimos 9 años. En las ocho horas que llevamos hoy aquí, en mi país han sido asesinadas al menos 16 personas. Y no es imposible que alguna de ellas sea alguien a quien yo conozca.

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¿Cómo se cubre una guerra que ninguna autoridad internacional se atreve a reconocer como guerra? ¿Cómo se cubre una tragedia humanitaria a la vista de todo el mundo, pero que todos ignoran? ¿Vale la pena jugarse la vida para reportar una realidad que parece imponerse sin piedad a la esperanza?

México es una gran fosa común cubierta por amplias zonas de silencio, donde la prensa es callada.

Esta es una guerra en la que no se distinguen los bandos. ¿Quiénes son los buenos? ¿Quiénes son los malos? Este video se difundió la semana pasada y ha causado indignación en México.

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Algunos medios en el mundo están conscientes de esto. No es gratuito que en 2010 Los Angeles Times enviara a México a su reportera Tracy Wilkinson, una experimentada corresponsal de guerra que antes cubrió la guerra de los Balcanes y los conflictos en Medio Oriente, en Israel y en Irak, así como las guerras civiles de Nicaragua y El Salvador. Actualmente es corresponsal en Washington.

​Mientras fue corresponsal en México, Wilkinson aplicó las llamadas “reglas de Bagdad” para la cobertura de conflictos armados: llegar rápido, reportear y salir. Los periodistas mexicanos no podemos hacer eso. Nosotros llegamos rápido, reporteamos y nos quedamos. Y en el caso de muchos colegas míos, ni siquiera cuentan con el respaldo de sus propios medios, trabajan en condiciones infrahumanas percibiendo salarios ridículos y a veces poniendo en riesgo a sus propias familias que pueden ser víctimas, junto con ellos, de represalias del crimen organizado. Y todo esto, en un clima de absoluta impunidad.

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La frase “plata o plomo” que marca a este dilema se refiere a las condiciones en que trabajan muchos periodistas mexicanos en más de la mitad del país, donde el crimen organizado (a veces organizado desde oficinas de gobierno municipales o estatales) les impone la agenda informativa diaria y los somete a censura. Cuando se resisten, les cobran caro. El mapa que ven muestra el registro de 56 ataques contra la prensa en 13 estados del país, ataques que incluyen granadas arrojadas dentro de sus instalaciones y redacciones acribilladas con armas de grueso calibre.

Esta es la brutal realidad para demasiados periodistas en México. Informar en estas condiciones ha dejado de ser un acto periodístico para convertirse en un acto de valor o en un acto de rebeldía

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Esta otra gráfica muestra los lugares donde han sido asesinados 92 periodistas en México.

Y la fuente de la violencia contra la prensa mexicana no se limita al crimen organizado ni a funcionarios públicos corruptos, sino que se ha extendido a organizaciones civiles, sindicatos e incluso a partidos políticos.

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Plata o plomo. Este es el dilema más fuerte que enfrenta todos los días buena parte de la prensa en México, un país con más de 1,000 noticieros de radio y de televisión y más de 5,000 periódicos y revistas, cuya agenda informativa a veces es un dilema: informar o morir.

Gracias.

(D 17)

 

Terror, rampage, attacks and the role of the media

The role of the media was doubtful in this terrible attack: A teenager with German-Iranian citizenship has shot and killed several people and wounded more than 15 at a shopping centre in Munich, in the third attack on civilians in Europe in eight days.

The 18-year-old man, who police believe acted alone, is understood to have lived in Munich for up to two years. He reportedly shouted “I am German” during the prolonged attack, at the end of which he killed himself.

At first the media  considered the evidence as a terror attack, too early? Too quickly? Were they too gullible in the hype of Social media, neglecting and ignoring the journalistic standards of care? Because of the fact that the competition gets worse and everbody wants to have the news at first? But not only the media is on the focus, on the spotlight, it is the role of the social media and the quick rumours  which spread on the social platforms, mostly uncontrolled. Almost all the coverage focused on the allegedly political motivated terror aspect, over-hasty?  Later it was found out: „His motive was “completely unclear”, said Munich police chief Hubertus Andrae. There was no immediate evidence of an Islamist or other terrorist motive.The Munich shooter had conducted research into mass shootings and does not appear to have had links to Islamic State, a police press conference has heard. It was a shooting rampage.

Another aspect : It is strange and alarming how the perpetrator apparently used Facebook to try to lure young victims to a McDonald’s restaurant across from Munich’s Olympia shopping mall, where he shot seven of his victims. (According to investigators, he may either have hacked a teenage girl’s account or created a phony Facebook page where he promised free food at the restaurant.) And that videos about the crime wer posted…

My conclusion, the lesson is clear: This is also a duty and responsablity of the media,  not to report too quickly and over-hasty, but to maintain and uphold the ethic and journalistic standards, especially in cases and attacks, that shake and frighten the world.

ONO Conference, Buenos Aires, 2016

      1.   La Conferencia anual de la ONO, esta vez in Buenos Aires,  reúne a defensores y defensoras de 22 países, 5 continentes, uno de los temas: medios y audiencias ante la crisis los refugiados en Europa: 
      2. Tom Naegles , de Standaard, Belgia, dice: media debe ser una plataforma para discutir sobre este asunto
      3. Stephen Pritchard , the Observer, UK: los redacciones deberían enviar especialistas a los países, sería útil. 

       

        

       #ONO BA2016 Guy Gendron,Radio-Canada: „Regulating online comments, implications for freedom of expressions“ Deficil!


      #ONO BA2016 Olga Restrepo,Colombia:falta de estabilidad laboral de los defensores afecta el trabajo de las veedurias


       #ONO BA2016Cynthia Ottaviano, defensora del Público de Argentina:Communication es un derecho humano

       Cynthia Ottaviano:ombuds son importante en una democraticia
       

      „Los periodistas mismos no tienen tiempo de involucrarse con los lectores“ Tom Naegels #Bélgica #ONOBA2016
      „La gente que aporta comentarios quiere ser valorada, deberíamos hacerlo“ Tom Naegels #ONOBA2016 #Bélgica
        

          
       
         
          
         

      Besuch auf Robben Island, wo Nelson Mandela gefangen war

      Robben Island: Symbol für den Kampf gegen die Apartheid

      Von Ralf Nehmzow

      Schroffe Felsen, das tobende eiskalte Meer, in dem die Haie lauern – es kam kaum jemand lebend weg von der berüchtigten Gefängnisinsel. Ein paar versuchten es im Boot, gebastelt aus Tierfellen, auf Planken oder einfach schwimmend; die meisten schafften es nicht, starben. Simba, nennen wir ihn mal so, kann viel davon erzählen. Und die Touristen aus aller Welt können nicht genug davon hören, von der Zeit damals. Simba packt den Zahnstocher, auf dem er herumgekaut hat, weg. Er steht auf einem Bolzplatz, hinter ihm heruntergekommene Baracken. Alte Gefängnisbauten. Dieses Mal sind es Amerikaner, Chinesen, Niederländer, denen Simba von seinem Leben erzählt – und von dem Nelson Mandelas. Simba war hier in Haft. Der Mann, blauer Pulli, beige Hose, starrt kurz in die Ferne, als ob er sich sammeln muss, dann lächelt er. „Willkommen auf Robben Island, ladies and gentlemen“, begrüßt er die Gäste. Hier hat Nelson Mandela Tennis gespielt, erzählt er später – und vieles mehr über den berühmtesten Gefangenen mit der Nummer 466/64. Mandela wurde 1964 als 466. Gefangener auf dem Eiland inhaftiert.

      Robben Island ist ein geschichtsträchtiger Ort. Touristen kommen in Scharen hierher, jeden Tag, Schiffsladungen voll. Südafrikas Rassisten sperrten ihre politischen Gefangenen hier ein, Mandela und Tausende andere. Heute führen Häftlinge von damals Touristen über die Insel. Sie ist Symbol für den Sieg über die Apartheid.

      Die Atlantikinsel vor Kapstadt ist seit 1999 Unesco-Weltkulturerbe

      Simba ist nicht irgendein Touristenguide, er hat gegen die Apartheid gekämpft wie sein Idol Nelson Mandela. Simba spricht sachlich, emotionslos, und den Zuhörern, die eben noch fröhlich in Cape Town shoppen waren oder Sehenswürdigkeiten besichtigt haben, stockt der Atem: Der Afrikaner berichtet vom Kampf gegen die Rassentrennung, von seinen Folterungen, dass er oft verprügelt wurde auf Polizeistationen, von seiner Zeit als Gefangener auf Robben Island. Wie es war ohne ausreichend Essen, ausgesetzt der Kälte und Einsamkeit. „Sieben Jahre war ich hier inhaftiert“, sagt er, und die Besucher aus aller Welt lauschen jedem seiner Worte.

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      Es ist eine Reise in die Geschichte Südafrikas: Die Atlantikinsel, zwölf Kilometer vor Kapstadt, seit 1999 Unesco-Weltkulturerbe, ist zum wichtigsten Museum des Landes geworden. Kein anderer Ort ist so mit der Historie Südafrikas verbunden wie die 574 Hektar große Insel in der Tafelbucht. Im Laufe der Zeit diente sie nicht nur als Gefängnis für politische Anti-Apartheid-Kämpfer, sondern auch zeitweise als Krankenhaus für Leprapatienten, psychisch und chronisch Kranke, als Ausbildungs- und Verteidigungsstation im Zweiten Weltkrieg. Inzwischen ist die Insel zum „Nelson Mandela Museum“ erklärt worden.

      Als der Portugiese Bartolomeu Diaz 1488 das Kap erkundete, fanden nur einige Expeditionen statt. Über 500 Jahre sollten vergehen, bis im demokratischen Südafrika heute Touristen vor allem die Zelle Nummer 5 ansteuern, wo Präsident Nelson Mandela, der bekannteste Widerstandskämpfer gegen das Regime der Rassentrennung, 18 seiner 27 Haftjahre verbringen musste, von 1964 bis 1982, ehe er verlegt wurde. 1990 kam er in Freiheit – vier Jahre später wurde er Südafrikas erster schwarzer Präsident.

      Die Tour auf den Spuren Nelson Mandelas beginnt am Clocktower, an der Waterfront, einem aufstrebenden Szeneviertel am Hafen von Kapstadt. Yachten dümpeln im Meer, schicke Schaufensterfronten und Souvenirshops reihen sich in klotzigen Einkaufszentren aneinander.

      Im Nelson Mandela Museum gibt es die Eintrittskarten, gut drei Stunden dauert eine Tour. Die Schiffe, die Touristen zur Insel bringen, sind nach ehemaligen Häftlingen benannt. Auf einem alten Kutter begrüßt der Kartenabreißer die Touristen. „Viel Spaß, genießen Sie Ihre Zeit im Knast“, scherzt er, als der Kahn ablegt. Nach knapp einer Stunde, den Tafelberg im Rücken, legt er an der ehemaligen Gefängnisinsel an. Eine Robbe kauert auf dem Felsen an der Einfahrt, ein paar Pinguine schauen neugierig von den Klippen.

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      Im Bus geht es über die Insel, auf Asphaltstraßen und Schotterpisten. Dorthin, wo einst die Besucher der Häftlinge empfangen wurden, ihre Einlasskontrollen hatten, um Angehörige zu besuchen, Tausende Gefangene. Die Gäste mussten sich sechs Monate vorher anmelden, 15 Minuten Sprechzeit hatte jeder pro Besuch, erlaubt waren kurze Gespräche durchs Fensterglas. Vorbei an der Lepra-Station von früher, weiter auf einer Asphaltstraße zum Kalksteinbruch, wo auch Mandela arbeiten musste. Dramen müssen sich hier abgespielt haben, wo nur noch staubige Steine liegen. Acht Stunden am Tag harte Knochenarbeit war der Alltag für viele Gefangene. Staub, der bei teils glühender Hitze blendete, die Augen schädigte. Auch Mandela litt später an den Folgen, musste sich einer Augenoperation unterziehen. Ein paar Meter weiter stehen heute schicke Häuser mit adretten Vorgärten, eine Kirche, ein Spielplatz. Die Straßen heißen „Keeling Road“, „Bluebergstreet“, es könnte ein Vorort in Großbritannien sein. Hier wohnen heute einige der Ex-Gefangenen, die Touristen führen, Wand an Wand mit ehemaligen Aufsehern und Wärtern.

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      Wir gehen weiter zum Innenhof, Simba erzählt und erzählt. 1983 sei er nach Robben Island gekommen. Vorher habe er engagiert gegen Apartheid gekämpft, meist auf Demos. „Man hat mich oft verhaftet, auf Polizeistationen gequält, auf einem Stuhl mit Elektrostößen etwa, meine schwarze Brüder haben mich ausspioniert und mich verraten.“ Simba bekam seinen „Prozess“, wegen „Sabotage gegen Apartheid“. Wenn er über Mandela spricht, sagt er immer „Mr. Mandela“, voller Respekt. Er hat ihn auf Robben Island nie gesehen, weil Mandela zu der Zeit bereits in ein anderes Gefängnis verlegt war. Man habe Simba viel über Mandelas Zeit auf der Insel erzählt, Mithäftlinge, Wärter. Er zeigt auf eine Ecke im Innenhof. „Hierhin hat sich Mr. Mandela oft zurückgezogen, an seinem Manuskript zu seiner Biografie geschrieben.“ Der ­Guide zeigt auf den vierten Haftraum von links an dem Flachbau. „Dort war die Zelle von Mr. Mandela.“ Wir gehen ins Gebäude, an der berühmten Zelle vorbei. Schnell einen Blick reinwerfen – der Touristenstrom schiebt sich weiter: ein Tisch, ein Stuhl, ein Mülleimer, der Blechnapf, aus dem Mandela aß, ein paar Decken, der Höhepunkt der Tour ist erreicht. Digitalkameras werden gezückt, schnell ein Schnappschuss. „Das ist Geschichte zum Anfassen“, sagt eine Amerikanerin, die einst hier lebte, dann in die USA zog. Sie ist mit ihrem Sohn da. „Er schreibt gerade ein Referat über Mandela in der Schule, hier kann er viel lernen.“ Auch Simba wirft einen kurzen Blick in die Zelle. 1991 traf er Mandela in Johannesburg bei einem Empfang. „Er war eine faszinierende Persönlichkeit, konnte gut zuhören“, erinnert er sich. Und er lächelt: „Aber wenn er erst einmal erzählte, dann war er nicht zu bremsen.“

      Er ging durch die Tür in die Freiheit und ließ Hass und Verbitterung hinter sich

      Was bedeutet Nelson Mandela für ihn? Simba überlegt Sekunden: „Alles, was ich heute bin, dass ich hier Ihnen etwas über damals erzählen kann, verdanke ich Mr. Mandela.“ Der Blick geht zum Meer: Auf einem Stopp an einem Aussichtspunkt schaut man zwischen zerklüfteten Felsen nach Kapstadt, damals für viele Gefangene die unerreichbare Freiheit. „Als ich aus der Zelle durch die Tür in die Freiheit ging, wusste ich, dass ich meine Verbitterung und meinen Hass zurücklassen musste, oder ich würde mein Leben lang gefangen bleiben“, sagte Mandela einst.

      Ex-Häftling und Touristen-Guide Simba bleibt zurück auf der Mandela-Insel, auch ohne Hass und Verbitterung, längst in Freiheit – mit einem Lächeln verabschiedet er uns am Tor. „Alles Gute“, sagt er. Er hat Feierabend, geht nach Hause, ein paar Straßen weiter. Ein Schnellboot bringt uns in die Gegenwart zurück, in 20 Minuten nach Kapstadt, in die Glitzerwelt der Waterfront. „Very interesting“, sagt eine Frau; „living history“, lebendige Geschichte, meint ein anderer Besucher. „Wir dienen mit Stolz“, steht in großen Lettern am Haupteingang am Kai von Robben Island. Und auf einem anderen Schild heißt es: „Hinter diesem Punkt haben nur afrikanische Pinguine Zutritt“ – bizarrer Humor bei allem Leid, das die Menschen hier erlebten. Mandelas Geist lässt grüßen.

      Wo „Arnie“ Schwarzenegger groß wurde — Besuch am Muscle Beach in L.A.

      Wo „Arnie“ groß wurde

      Von Ralf Nehmzow

      Der Muscle Beach bei Los Angeles ist eine Touristen-Attraktion – hier löste Arnold Schwarzenegger in den 1970ern den Fitness-Boom aus, und noch heute folgen ihm unzählige Kraftprotze

      Die Augen der Kraftsportler leuchten. Man muss nur seinen Namen nennen, dann werden die Männer, die sich an diesem Sonntagmorgen hier versammelt haben und ihre Muskeln stärken, euphorisch. Arnold Schwarzenegger? Einer von ihnen, Mike, macht eine ernste Miene, als wolle er seine gleich folgende Botschaft mit angemessener Würde verkünden, dann sagt er: „Arnie? Ja, heute Morgen war er hier, so gegen acht Uhr. Er hat kurz gegrüßt, dann joggte er am Strand.“ Arnie sei immer mal wieder dort, ergänzt er, am Muscle Beach, dem berühmten Strandabschnitt bei Venice und Santa Monica. Es ist die legendäre Meile, wo einst der Fitness-Wahn entstand, die Keimzelle des Boom.

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      Mike ist 36 Jahre alt. Er hat Bizeps wie Arnie und einen von der Sonne Kaliforniens oder Sonnenstudios gebräunten Körper. Mit anderen Sportlern, ebenso reich bestückt mit Muskeln, trainiert er regelmäßig am Venice Beach. Dort, wo Arnold Schwarzenegger vor Jahrzehnten das erste Mal für seine Bodybuilding-Profi-Karriere schuftete, seinen Bizeps von 58 Zentimetern aufbaute, seinen sogenannten Masterplan ersann, der ihn zum fünffachen Mr. Universum, zum fünffachen Mr. Olympia, zum Filmstar und zum Gouverneur von Kalifornien machte, tummeln sich heute Touristen. Es ist ein Kultort. Und Drehort für unzählige Filme. Klar, Hollywood, Beverly Hills und den Walk of Fame auf dem Hollywood Boulevard, wo sich die Superstars verewigt haben, muss man gesehen haben, wenn man für ein paar Tage in Los Angeles ist. Andere Hotspots der Welt-Metropole oder Kunstmonumente wie etwa die Walt Disney Concert Hall mit ihrem futuristischen Architekturstil auch. Aber ein Abstecher nach Santa Monica ist etwas ganz Besonderes, eine Oase zum Durchatmen, Pause von der Hektik in Los Angeles und nur 30 Kilometer davon entfernt. Mit dem Bus „Rapid“ No. 10 geht es von der Hope Street, Ecke First Street, für zwei US-Dollar über Downtown L.A. und den Highway durch einige Stadtviertel, und man ist nach knapp einer Stunde am Ziel.

      Ja, er ist noch zu spüren, der Mythos vom Muscle Beach aus den 1940er- oder 1950er-Jahren. In den 70ern machte dann Arnold Schwarzenegger Bodybuilding und Wellness endgültig in den USA populär. Auch viele Prominente drehen heute dort ihre Runden, skaten, rollern oder zeigen sich einfach nur. Auf der Promenade reihen sich die Souvenirläden aneinander gleich einer Perlenschnur. Kettchen hier, T-Shirts da, Pullover und mehr, von Schrill-pink bis blütenweiß kann man sie erwerben, Kitsch und Kunst. Der Muscle Beach, das ist eine weitläufige Strandmeile, aber streng genommen ist es heute ein mehrere Meter hoher Betonklotz, der zu Ehren der avantgardistischen Athleten von einst errichtet wurde. Der Muscle Beach Gym ist ein Bodybuilderstudio unter freiem Himmel. Eine Bühne mit einem kleinen Zaun. Ein paar Fitnessgeräte sind dort aufgebaut. Wer will und die Power dazu hat, kann sich für eine Tagesgebühr von zehn Dollar oder mit einer Jahres-Mitgliedskarte zu 170 Dollar in Form bringen. Gewichte stemmen, sich dehnen und strecken, sich quälen wie einst Schwarzenegger und all die anderen Idole und Fitness-Freaks. Ein Bild hängt von Arnie im Kassenhäuschen, mit seinem Autogramm versehen, Ehrensache. Dahinter sind ein paar Felder mit Körben für Basketball. Im übertragenen Sinn bezeichnet Muscle Beach heute auch die Umgebung in Venice, in der eine große Zahl von Bodybuilding- und Fitnessstudios eingerichtet wurden.

      Bodybuilder Mike stemmt an diesem Morgen seine Gewichte. Er sei Jura-Student und Schauspieler, erzählt er knapp, und „in Hollywood zu Hause“. In welchen Rollen er auftrat? Da schweigt er, während er sich mit dem Handtuch den Schweiß von der Haut wischt. Ein paarmal in der Woche trainiere er. Muskeln zu formen sei sein Hobby und Arnie sein Vorbild. „Natürlich möchte ich einmal so bekannt sein wie er.“ Auch er kenne und verehre den Österreicher, sagt Gregg Donovan. Jahrelang war er der „Beverly Hills Ambassador“, der Botschafter von Beverly Hills, eine Art Empfangsherr für Besucher des Rodeo Drive, einer der Touristenattraktionen von Los Angeles, jener Straße, in der Stars einkaufen gehen. Jeden Tag stand Gregg Donovan an der Kreuzung, lächelte Touristen an, beantwortete ihre Fragen. Immer wieder trainiert er hier am Muscle Beach. „Thomas Gottschalk, Arnold Schwarzenegger, ich kenne viele Berühmtheiten“, erzählt er wichtig, nachdem er ein paar Klimmzüge absolviert hat.

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      Fast jeder dort hat offenbar Schwarzenegger-Geschichten zu erzählen. „Früher habe ich ihn mal in seinem Restaurant in Santa Monica gesehen“, sagt Thorsten Hoins, Unternehmensberater aus Hamburg-Altona. Seit 27 Jahren lebt er mit seiner Familie in einem Vorort von Los Angeles. Einmal, vor vielen Jahren, habe er Schwarzenegger auch mal kurz gesprochen. Für eine Agentur aus Deutschland hatte Thorsten Hoins damals Drehbücher gesichtet. Einmal lieferte er eines in Hollywood ab. „Am Set war dann plötzlich Arnie, wir haben nett geplaudert.“

      Auch Thorsten Hoins, der in seiner Kindheit oft in St. Peter-Ording war und heute schon mal „den frischen, kräftigen Nordseewind“ vermisst, hat seine Erinnerungen an Santa Monica und Venice Beach. „Dort habe ich viele Jahre gesurft, dort habe ich das Fahren auf Motorrollern gelernt“, sagt der Familienvater von drei Kindern. Vor allem an den Wochenenden hat die Strandpromenade, der Ocean Front Walk oder kurz Boardwalk, eine besondere Anziehungskraft für Bewohner von Los Angeles wie auch für Touristen. Ein buntes Völkchen tummelt sich dort: Spaziergänger, Straßenkünstler, Musiker, Maler, Wahrsager, Artisten. Der Strand selbst ist Treffpunkt von Beachvolleyballspielern, Wellenreitern, Wind- und Kitesurfern.

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      Und, die Fitness-Strandmeile hat eine lange Tradition: Der ursprüngliche Muscle Beach befand sich seit den 1930er-Jahren in der Nähe des Piers von Santa Monica, ein paar Kilometer nördlich. Schillernde, vergilbte Bilder erinnern an den Kult: Auf dem Gelände gab es einst öffentliche Vorstellungen von Turnern und Athleten. „Muscle Beach, die Geburtsstätte des Fitness-Booms des 20. Jahrhunderts“, steht auf einem Schild, das unweit des Piers in den Sand gerammt ist. In den 1950er- Jahren ging die Popularität des ursprünglichen Muscle Beach stark zurück. 1959 wurde er schließlich ganz geschlossen, nachdem es auf dem Gelände eine Vergewaltigung gegeben hatte. Ein paar Fitnessgeräte stehen dort heute noch, für einfache Turnübungen. John, ein Psychologie-Student, hangelt sich gerade an Seilen von Pfahl zu Pfahl. „Das ist eine Abwechslung zum Studium“, sagt der junge Mann. Ein paar Meter weiter machen die Schüler Narcis und Dominic ihre Surfboards startklar fürs Wellenreiten. „Wir sind damit aufgewachsen“, sagt Dominic, „surfen hier immer nach der Schule.“

      Holzhäuschen mit Jeeps davor, sportliche Frauen und Männer in gelben Polo-Shirts am Strand erinnern an „Baywatch“, an die Bademeister aus der gleichnamigen weltberühmten TV-Serie. Am Muscle Beach wurden manche Szenen dafür gedreht. Da ist auch der Santa Monica Pier, 1909 gebaut, eine der bekanntesten Attraktionen. Er beherbergt neben dem kleinen Vergnügungspark Pacific Park mit Achterbahn und Riesenrad auch zahlreiche Restaurants und Geschäfte. Im Looff-Hippodrome-Gebäude am Anfang des Piers befindet sich seit 1947 ein altes Pferdekarussell. Den Eingang an der Ocean Avenue bildet ein weiß-blaues Tor. Nachts ist es mit Neonlicht angestrahlt – eine Kulisse für Kultfilme wie „Forrest Gump“ mit Tom Hanks. Nur ein paar Gehminuten sind es zur Fußgängerzone Third Street, zur Promenade. Geschäfte, Restaurants und Kinos findet man über drei Blocks zwischen dem Einkaufszentrum Santa Monica Place und dem Wilshire Boulevard. Für Nostalgie-Fans: In Santa Monica endet auch die historische Route 66 an der Ecke Lincoln/Olympic Boulevard.

      Breite Wege wurden für die Freizeit-Sportler angelegt

      Überall kann man Surfboards und andere Fitness-Ausrüstung mieten. Und natürlich Fahrräder, zum Beispiel bei Sea Mist Rentals, 1619 Ocean Front Walk, direkt unter dem Pier. Ein Rad gibt es für sieben US-Dollar die Stunde. Es ist Mittag geworden, und die Radler und Skater stürmen die Meile am Strand zwischen Santa Monica und Venice Beach. Breite Wege wurden für die Freizeit-Sportler angelegt. Die Sonne ist hoch über die Berge von Santa Monica aufgestiegen, Siesta in Kalifornien. Familien haben es sich am Strand bequem gemacht, ihre Kühltaschen fürs Picknick ausgepackt. Es ist kaum noch ein freies Plätzchen zu finden.

      Zurück nach Venice Beach. Zur Meile. Ein Mann dreht auf Rollerblades seine Runden. Harry Perry ist sein Name, mit seiner Elektro-Gitarre tourt der 62-Jährige seit 1973 regelmäßig über den Boardwalk. Der Mann ist ein Unikum, jeder kennt ihn hier. Er kurvt umher, spielt Songs und lässt sich von Touristen dabei fotografieren. Eine Legende, die auch in zahlreichen Filmen zu sehen ist, wie er nicht müde wird zu erzählen. „Hierher kommen viele Stars“, sagt er, zum Beispiel unlängst Talkshow-Gastgeber Jay Leno. Perry erzählt hastig seine Vita. „Sorry, heute sind viele Touristen hier, ich muss arbeiten“, sagt er und saust nach ein paar Minuten von dannen. Wenig später hat er zwei japanische Frauen an seiner Seite, ein schnelles Fotomotiv als Souvenir, für ein paar Dollar.

      Am Muscle Beach trainiert am Nachmittag niemand mehr. Verwaist ist die kleine Trainingsbühne. Kein Arnie weit und breit. Wer den Bodybuilder-Senior in Aktion sehen möchte, der muss früh morgens kommen. Oder die Website von Schwarzenegger besuchen: Dort gibt es Fotos und Videos von Arnie im Muscle Beach Gym, umgeben von Gleichgesinnten und Fans, die ihrem Idol hautnah kommen wollen. Der Fitness-Wahn am Muscle Beach, multimedial und rund um die Uhr zu bestaunen – die Show muss weitergehen.

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      ZEITUNGEN„Shanghai Oberserver“: Im Innern des chinesischen Mediensystems

      Von Ralf Nehmzow

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      Neulich sprach ich mit zwei Lesern, einem Ehepaar Mitte 80, über das Zeitungslesen, die längst erweiterten „unbegrenzten“ Möglichkeiten der Nutzung von Print, über online bis zu den vielen mobilen Geräten.

      Er werde sich den neuen Medien und den vielen neuen Nutzungen von Informationen nicht mehr öffnen, sagte der 85-Jährige plötzlich energisch und fing eine Grundsatzdiskussion an: „Schauen Sie sich mal an, wenn man U-Bahn fährt oder wenn eine Familie am Tisch im Restaurant sitzt oder mehrere Freunde zusammen sitzen“, schilderte er mir seine Beobachtung: „Jeder schaut nur noch apathisch auf sein Smartphone, und niemand unterhält sich mehr. Das ist doch furchtbar. Die Welt wird anonymer, kommunikationsärmer. Ich mache das bewusst nicht mehr mit.“

       

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      Ja, antwortete ich  dem Leser, so etwas habe ich auch schon beobachtet. Das Entscheidende ist doch aber bei der Diskussion:  Kann man sich einfach neuen technischen Entwickllungen verschließen? Isoliert man sich nicht damit, gerade im Alter?

      Meine Meinung ist klar: Wir sind immer noch mitten in einer technischen Revolution. Man muss sich bewusst machen, wann und wie  man die vielen Informationen effektiv nutzt. Wichtig ist:  Wir sind als Konsumenten und Bürger  natürlich auch durch weltweite Informationen  enorm bereichert. Die Kanäle, auf denen wir journalistische Informationen rund um die Uhr erhalten, sind mehr geworden. Aber: Genauso müsen wir den Mut haben, auch mal abzuschalten, offline zu gehen.

       

      Das gilt doch genauso, wenn man sich durchs Fernsehen zappt.  Jeder muss für sich selbst  entscheiden, was er sieht, sehen will, was nicht, und vor allem: wann er das Fernsehgerät ausschaltet, „offline geht“ – das ist  eines Jeden  freie Entscheidung,  man muss sie  nur nutzen. Natürlich dürfen wir, und da hat der Leser Recht, vor allem die nachfolgenden Generationen, nicht verlernen, sich  zu unterhalten, in der „real world“, also im echten Leben miteinander zu kommunizieren. Wir dürfen nicht verlernen, was echte Freunde sind und  was solche manchmal bei Facebook & Co sind…

       

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      Andererseits gibt es durch die weltweite Kommunikation im Netz auch einen enormen Schwung, vielleicht darüber auch wieder festere Kontakte von Menschen, die sich sonst aus den Augen verloren hätten.

       

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      So sind die vielen Kanäle der Kommunikation auch für den Journalismus und den Leser ein großer Gewinn, sagte ich dem Leser.  Ich habe den 85-Jährigen Leser neulich getroffen – und ihm erst mal Google und die Möglichkeiten, Zeitungen, wie das Hamburger Abendblatt z.B; auf einem iPad zu lesen, gezeigt. Er war begeistert, fasziniert  durch die neuen Möglichkeiten. Es ist wichtig und auch eine gesamtgesellschaftliche Aufgabe,  auch Senioren diese Welt zu erklären – damit sie weiterhin an dem täglichen Leben, an dem Fortschritt teilhaben können, und nicht isoliert werden, nicht ausgeschlossen sind durch technische Entwicklungen.

       

      VDMO – die Deutschen Medienombudsleute starten durch

       

      Den Leser ernst nehmen…

      An der Schnittstelle zwischen Lesern und Redaktion wirken wir nach innen und außen. Wir nennen uns Ombudsmann, Leseranwalt oder Leser-Botschafter. Unsere Aufgabe ist es u. a., mit Lesern / Kunden und unseren Kollegen in Redaktion und Verlag zu kommunizieren. Regelmäßig tauschen wir uns aus, alles für den Leser!

       

      Ralf Nehmzow Leserbotschafter

      Eines haben wir gemeinsam: Den Willen, dabei zu helfen, durch die Zufriedenheit der Leser / Kunden bestmögliche Produkte hervorzubringen. Auf dieser Internetseite

      www.vdmo.de

      finden Sie Informationen über Ziele, Konzepte, Fallbeispiele und Erfahrungen der Medien-Ombudsleute in Deutschland.

      Wir freuen uns sehr, wenn diese Informationen dazu beitragen, weitere Verleger, Chefredakteure, Geschäftsführer und Kollegen von den Vorteilen und der Notwendigkeit der Etablierung eines Ombudsmanns zu überzeugen. Wenn Sie Fragen haben, dann rufen Sie bitte einfach an. Die Kontaktdaten des jeweiligen Ansprechpartners finden Sie bei den Informationsseiten der Zeitungen, die einen Ombudsmann, Leseranwalt oder Leser-Botschafter haben.

      PS: Unser Hashtag ist #vdmo

       

      Massimo Rodari

       

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      Lesen Sie auf unserer neuen Webseite: www.vdmo.de

      Den Leser ernst nehmen – eine Ombudsstelle einrichten

      Es ist ein entscheidender Qualitätsfaktor, wenn Medien kritisch mit sich selbst umgehen, sich öffentlich Beschwerden stellen und möglichst transparent arbeiten. Dafür sind Kontaktstellen zwischen Medienhaus und Publikum unerlässlich: Ombudsleute.

      Weltweit gibt es etwa 90 Presse-Ombudsleute. Der erste „Leser-Vertreter“ nahm in den USA in den 1970er Jahren seinen Dienst auf. Es folgten weitere vor allem im angelsächsischen Raum, in Lateinamerika und in Europa. In Deutschland agieren aktuell zwölf Ombudsleute in Zeitungsverlagen, zehn davon haben die Vereinigung der Medien-Ombudsleute (VDMO) gegründet. Auch im öffentlich-rechtlichen sowie im privaten Rundfunk sind Publikums- oder Beschwerdestellen eingerichtet worden. Ombudsleute erfahren, wie die Leser ticken. Sie ermöglichen direkte Kommunikation zwischen den Medienmachern und ihrem Publikum. Vor allem nehmen sie die Mediennutzer ernst und arbeiten an einer offenen Kritik-Kultur in ihren Medienhäusern.
      Was ist ein Ombudsmann?

      Ein Ombudsmann nimmt die Rolle eines unparteiischen Schiedsrichters ein. Er oder sie, die Ombudsfrau, vermittelt zwischen zwei Seiten im Falle einer Unklarheit oder eines Streits und bemüht sich um  befriedigende Lösungen für beide Seiten. Ombudsleute sind in Deutschland im öffentlichen Dienst zu finden. Dort vertreten sie bspw. als Bürgerbeauftragte die Interessen der Bürger gegenüber der Verwaltung oder schlichten Streit in Gefängnissen sowie an der Seite der Kinder- und Jugendhilfe. Im nicht-politischen Bereich sind Ombudsstellen bei Banken, Versicherungen oder juristischen Einrichtungen installiert.

      Warum sollte ein Medienhaus eine Ombudsstelle einrichten?

      Ein Ombudsmann in einem Medienhaus befasst sich mit den Beschwerden von Zeitungslesern, Radiohörern oder Fernsehzuschauern. Es geht bspw. um die Richtigkeit und Ausgewogenheit der Berichterstattung. Der Medien-Ombudsmann vermittelt in Fällen von Uneinigkeit zwischen den Nutzern und der Redaktion oder anderen Bereichen des Medienhauses und gibt allgemein interessierende Inhalte auch der Öffentlichkeit bekannt.

      Richtet ein Medienhaus eine Ombudsstelle ein, ergeben sich folgende Vorteile:

      Transparenz und Glaubwürdigkeit: Der Ombudsmann gibt dem Medienhaus ein Gesicht. So ist das Medium für die Nutzer besser erreichbar. Das hilft, die Berichterstattung transparenter zu gestalten und damit die Glaubwürdigkeit zu verbessern.
      Nutzer-Medium-Bindung: Eine konkrete Kontaktperson seitens des Medienhauses vermittelt dem Nutzer, immer einen Ansprechpartner zu haben. Das stärkt die Nutzer-Medium-Bindung.
      Rezipienten-Wissen: Die Journalisten erhalten einen umfassenderen Eindruck vom Empfinden der Öffentlichkeit.
      Qualitätskontrolle: Die Nutzer als Adressaten der Medieninhalte überwachen die Richtigkeit und Ausgewogenheit. So kann die Qualität der Berichterstattung verbessert und auf hohem Niveau gehalten werden.
      Zeitersparnis: Verlegern, Chefredakteuren, Redaktionen und anderen Abteilungen des Medienhauses wird Zeit gespart, wenn Beschwerden, Anfragen und Anregungen bei einer verantwortlichen Person auflaufen.
      Geldersparnis: Die Schlichtung eines Ombudsmannes kann verhindern, dass Beschwerden (medienwirksam) an den Presserat weitergeleitet werden und ggfs. zu teuren Rechtsstreitigkeiten führen.
      Medienselbstkontrolle und Pressefreiheit: Ombudsleute fühlen sich den gesetzlichen und berufsethischen Standards der Medien und des Journalismus verpflichtet. Als Teil der Medienselbstkontrolle übernehmen sie eine wichtige Aufgabe im Sinne der Pressefreiheit.
      Imagepflege: Aus den voranstehenden Punkten erwächst insgesamt ein beträchtlicher Image-Gewinn – nach innen und vor allem nach außen.

      Dem Publikum das notwendige Umdenken erleichtern

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      Zusätzlich zu seinem Beschwerdemanagement und den genannten Vorteilen für das Medienhaus kann ein Ombudsmann eine weitere Zukunftsweisende Aufgabe erfüllen: Dem Publikum ein notwendiges Umdenken erleichtern.

      Leser, Zuschauer und Hörer sehen sich im Internet einem großen Angebot nicht-professioneller Informationen gegenüber. Leicht können sie den Überblick verlieren, welche Angebote für sie verlässliche Informationen darstellen. Zudem werden journalistische Produkte immer teurer und verschwinden im Internet zunehmend hinter Bezahlschranken. Damit das Publikum weiterhin journalistische Angebote nutzt, ist ein Umdenken erforderlich.

      Das Publikum muss einsehen, dass es für glaubwürdige Informationen mehr Geld bezahlen muss. Professionelle journalistische Inhalte können nicht mehr in dem Umfang wie bis vor 15 Jahren mit Werbeeinnahmen gegenfinanziert werden. Verlage suchen sich neue zusätzliche Erwerbsfelder, müssen aber die hohen Produktionskosten für eine verlässliche Berichterstattung auch auf das Publikum umlegen.

      Dabei kann ein Ombudsmann unterstützen. Er kann dem Publikum helfen, den Wert einer journalistischen Produktion schätzen zu lernen. Denn für viele Laien, die nur das fertige Produkt in den Händen halten oder vor Augen oder auf den Ohren haben, ist der Aufwand der dahinter steckt oft nicht erkennbar. Ein Ombudsmann kann dem Publikum außerdem verdeutlichen, wozu der Journalistenberuf da ist und welche Bedeutung seriöse Informationen für den eigenen Alltag haben.

      Wie arbeiten Ombudsleute in Zeitungsverlagen?

      So vielfältig die Bezeichnungen der Ombudsleute in der deutschen Zeitungslandschaft sind – Leser-Anwalt, -Obmann, -Botschafter – so unterschiedlich wird die Institution Ombudsmann in den Häusern ausgefüllt.

      Unterschiedlich gehandhabt wird bspw., welche Person die Rolle des Ombudsmannes übernimmt. Das kann eine Person außerhalb des Verlages sein, oder eine Person aus dem Verlag übernimmt die Aufgaben in Vollzeit oder in Teilzeit zusätzlich zur eigentlichen Tätigkeit in der Redaktion oder Chefredaktion.

      Es unterscheiden sich außerdem die Belange, mit denen sich die Ombudsleute befassen. In der Regel kümmern sich Ombudsleute um Anmerkungen der Leser rund um Zeitungsbelange. Die Leserinteressen – Beschwerden, Lob und Tadel, Fragen, Hinweise, Vorschläge bezüglich der redaktionellen Inhalte – werden in die Redaktion kommuniziert. In Konfliktfällen – zwischen Lesern, der Redaktion oder anderen Beteiligten – bemüht sich der Ombudsmann um Vermittlung. Die Leseranmerkungen werden in der Regel alle direkt beantwortet. Allgemein interessierende Fälle kommunizieren die Ombudsleute in Veröffentlichungen, Kolumnen und Blogs nach außen. Je nach Anlass erläutern sie dabei redaktionelle Arbeitsabläufe und journalistische Grundsätze. Sie orientieren sich am Kodex des Deutschen Presserates.

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      Es gibt Ombudsleute, die sich ausschließlich um die beschriebenen Nutzerbelange bezüglich der Zeitungsinhalte kümmern. Bei anderen kommt zum Handling der Leser-Einwände zur Berichterstattung ein weiteres Einsatzgebiet dazu – man könnte es mit „Lebenshilfe“ für Leser umschreiben. Diese Ombudsleute kümmern sich um die Lösung privater, geschäftlicher oder zwischenmenschlicher Probleme, indem sie Informationsstellen benennen, bei Problemen mit Ämtern und Behörden vermitteln oder das Thema selbst umfassend recherchieren.

      In einigen Verlagen übernehmen Ombudsleute weitere Aufgaben, die den Kontakt des Medienhauses mit den Lesern befördern, wie bspw. das Handling der Leserbriefe, die Betreuung eines Leserbeirats, den Kontakt zur Rechtsabteilung des Verlages oder den Austausch mit einer Verlagseigenen Ethik-Gruppe.

      Was muss ich beachten, wenn ich eine Ombudsstelle schaffen will?

      Die Institution Ombudsmann wird in den Verlagen mit verschiedenen Konzepten ausgefüllt, so dass sich die Anforderungen an die jeweilige Person voneinander unterscheiden. Umso schwieriger erscheint es, einheitliche Standards zur Ausfüllung der Rolle eines Ombudsmanns für alle zur Empfehlung zu geben. Dennoch sieht die Vereinigung der Medien-Ombudsleute einige Anforderungen an die Rolle eines Medien-Ombudsmannes als zentral an:

      Kompetenz: Ein Ombudsmann sollte ein erfahrener Journalist sein, der das journalistische Handwerk versteht und mit journalistischen Regeln vertraut ist. Außerdem sollte die Person sozial kompetent, also dem Publikum gegenüber aufgeschlossen sein, und Kenntnisse im Konfliktlösen mitbringen. Bekleidet eine Person außerhalb des Verlages die Position eines Ombudsmannes, kann dies wegen der offensichtlichen Unabhängigkeit ein Vorteil sein. Es sollte ihm oder ihr dennoch eine journalistisch erfahrene Person an die Seite gestellt werden.
      Kooperation im Medienhaus: Ein Ombudsmann sollte in allen Bereichen des Medienhauses auf Kooperationsbereitschaft treffen. Diese erfährt ein Ombudsmann durch seine Kompetenz und sein Auftreten. Wichtig ist aber auch, dass die Notwendigkeit seiner Rolle im eigenen Medienhaus „gepflanzt“ wird. Die Kollegen, im Besonderen die Redaktionskollegen, sollten „ins Boot geholt“ werden. So besteht die geringste Gefahr, dass der Ombudsmann nur eine Alibi-Funktion ausübt und für die Redaktion als „Blitzableiter“ dient, ohne tatsächlich etwas bewirken zu können.

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      Reputation: Das Wort eines Obudsmannes sollte ob seiner Kompetenz und seines Auftretens nach innen und außen Gewicht haben. Die Reputation eines Ombudsmannes ergibt sich aus seiner Kompetenz und wirkt wechselseitig mit der Kooperationsbereitschaft im Medienhaus.
      Unabhängigkeit: Damit das Wirken des Ombudsmannes sich in der journalistischen Qualität niederschlagen kann, ist nicht zuletzt die Kooperation der Chefredaktion notwendig, die in der Redaktion eine offene Kritik-Kultur zulässt bzw. einfordert und die Veröffentlichungen der Ombudsleute nicht verändert.
      Kanäle: Ein Ombudsmann sollte alle möglichen Kanäle, die dem Verlag zur Veröffentlichung zur Verfügung stehen, nutzen. So kann sichergestellt werden, dass alle Zielgruppen des Medienhauses erreicht werden.

      Das ist die Vereinigung der Medien-Ombudsleute (VDMO)

      Die Ombudsleute von zehn deutschen Zeitungen haben im Februar 2012 die Vereinigung der Medien-Ombudsleute gegründet. Aktuell gehören dazu:

      Leseranwälte Dr. Heinrich Kintzi und Thomas Roth (Braunschweiger Zeitung)
      Leseranwältin Kerstin Dolde (Frankenpost)
      Leser-Obmann Reinhard Odeweme (Freie Presse)
      Leser-Botschafter Ralf Nehmzow (Hamburger Abendblatt)
      Leseranwältin Marion Neumann-Neurode (Kieler Nachrichten)
      Leseranwalt Anton Sahlender (Main-Post)
      Leseranwalt Jochen Kampmann (Rhein-Zeitung)
      Leseranwalt Joachim Schade (Süderländer Tageblatt)
      Leser-Obmann Peter Wendt (Magdeburger Volksstimme)
      Leseranwalt Hans-Joachim Wölk (Wetzlarer Neue Zeitung).

      Die VDMO-Mitglieder informieren aufgeschlossen über ihre Tätigkeit. Außerdem stehen die regelmäßigen Treffen der Vereinigung interessierten Kollegen offen. Kontakte und Termine finden Sie im Informationsportal im Internet unter http://www.vdmo.de. Das nächste Treffen der VDMO-Mitglieder findet am 17. Oktober in Würzburg statt.

      Kontakt zur VDMO

      http://www.vdmo.de

       

       

       

      Leserkritik: Sollte man über „Blitzmarathon“ der Polizei berichten?

      Haben Sie Sorgen, Probleme im Alltag? Ralf Nehmzow, der Leserbotschafter und Ombudsmann des Hamburger Abendblatts, vermittelt, hilft, engagiert sich für die Leser. Er schildert ihre Fälle und dokumentiert dazu die Reaktionen der Institutionen und Unternehmen. Er kümmert sich auch um redaktionelle Anliegen von Lesern.

      Ralf Nehmzow Leserbotschafter

      Der Blitzmarathon, bei dem die Polizei 24 Stunden lang zahlreiche Geschwindigkeitskontrollen im ganzen Stadtgebiet vornahm, beschäftigt als Thema auch unsere Leser. Auch das Abendblatt berichtete über die Aktion groß. Dieter M. schreibt: „Kontrollen an 265 Straßen. Ist die Bekanntgabe der Kontrollen ein Service für die Raser, die es sicherlich auch unter den Abendblatt-Lesern gibt? Genügt es nicht, dass ,Boulevard-Sender‘ täglich Kontrollstellen bekannt geben? Jetzt stellt sich das Abendblatt auf die Stufe jener, die die Polizeiarbeit sabotieren.“

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      Der Leserbotschafter nimmt Stellung dazu:

      Sie kritisieren, dass wir über den Blitzmarathon berichtet haben, nennen das einen ,Service für Raser‘, Sabotage der Polizeiarbeit – dies trifft meiner Ansicht nach nicht zu. Entscheidend ist doch hier, dass die Polizei von sich aus aktiv an die Öffentlichkeit/Medien herangetreten ist und die Bürger aufgefordert hat, ihr gefahrenträchtige Straßen zu nennen und vorzuschlagen, wo die Geschwindigkeit kontrolliert werden sollte. Die Polizei hat also gerade keine geheime Aktion gemacht. Sie hat aktiv die Liste mit den Kontrollstellen veröffentlicht. Dann ist es natürlich auch die Pflicht der Medien, im Rahmen des journalistischen Informationsauftrags darüber angemessen zu berichten. Das haben wir getan, nichts anderes.

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      Eine ganz andere Frage ist, ob die Aktion als solche sinnvoll ist. Darüber wurde hier und da diskutiert, übrigens auch in der Redaktion. Einige Kollegen, mit denen ich sprach, argumentierten, der Blitzmarathon sei nur eine effektvolle PR-Aktion, eine ,Eintagsfliege‘, weil danach die notorischen Raser eh wieder in ihr altes Muster verfielen. Ich denke, entscheidend ist das durchaus begrüßenswerte Motiv der Aktion: Die Polizei wollte durch den Blitzmarathon Autofahrer abschrecken bzw. dazu bringen, künftig nicht zu schnell zu fahren. das Bewusstsein schärfen. Zu schnelles Fahren ist Unfallursache Nr. 1. Allein wenn die Aktion an dem Tag des Blitzmarathons es geschafft hätte, einen einzigen Raser abzuschrecken (und davon gehe ich aus), wäre dies ein Erfolg.

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      So erreichen Sie den Leserbotschafter: Schicken Sie bitte Ihre Alltagsärger-Fälle, kurz skizziert, mit Ihrer Telefonnummer per E-Mail an: Leserbotschafter@Abendblatt.de oder an: Leserbotschafter Ralf Nehmzow, Chefredaktion Hamburger Abendblatt, Axel-Springer-Platz 1, 20350 Hamburg.

      Leser beklagen fehlenden Respekt im Umgang miteinander

      Renate W., 55, Postbedienstete aus Fischbek, schreibt dem Leserbotschafter: „Mir begegnet jeden Tag so viel Rücksichtslosigkeit. Beispielsweise neulich in der S-Bahn-Linie 1, Richtung Hauptbahnhof. Oft sind da sehr viele Sitzplätze frei, aber hinsetzen können sich viele Fahrgäste nicht, weil zwischen den Reihen das Gepäck abgestellt wird. Für mich ist es dann auch eine Selbstverständlichkeit, wenn ich stehende Personen sehe, ohne Aufforderung Platz zu machen. Es gibt viele Unarten: etwa die Füße auf die Sitze zu legen gehört auch dazu. Kaum einer traut sich, etwas zu sagen. Im täglichen Umgang ist die Achtung und auch ein nettes Miteinander kaum noch zu finden. Wäre das mal ein Thema?“

      Leserbotschafter

      Der Leserbotschafter nimmt dazu Stellung: „Liebe Frau W., das Thema Umgang mit Mitmenschen, insbesondere auch in der Bahn, bewegt immer wieder viele Leser – und uns Journalisten. Ich denke aber, es ist gefährlich, einen einseitigen Schluss zu ziehen, dass das nette Miteinander generell immer schlechter werde. Ich erlebe auch Passanten, die beispielsweise sofort ihre Hilfe anbieten, wenn Senioren schweres Gepäck zu tragen haben, oder ihren Platz in der Bahn oder im Bus räumen. Aber Sie haben auch recht: Bisweilen hört man aus Gesprächen, dass Respekt fehlt, der Respekt etwa gegenüber Eltern oder einigen Berufen.

      Manchmal bemerke ich das auch in den sozialen Netzwerken, wo oft jede Hemmschwelle fällt, wenn sich Menschen äußern. Darüber haben wir auch immer wieder berichtet. Es ist wichtig, schon in der Erziehung Grundwerte zu vermitteln, eben auch Respekt und Höflichkeit. Das nette Miteinander sollte man einfach selbst vorleben. Also nicht resignieren und gegebenenfalls die Mitmenschen nett ansprechen, wenn es irgendwo hakt.

      Mit dem freien Sitzplatz in öffentlichen Verkehrsmitteln ist das so eine Sache: Es gibt auch die Geschichte eines Kollegen, der mal, damals über 60 Jahre alt, sauer reagiert haben soll, als ihm ein Passant im Bus höflich seinen freien Platz anbot. Mein Kollege soll zurückgeblafft haben: ,Bin ich schon so alt?'“